¿Todos somos iguales? Reflexión sobre las barreras mentales

por | 8 abril 2007

Nuestra sociedad parece haber asumido la eliminación de las barreras físicas, para permitir un mayor grado de accesibilidad a cuantos, por unas u otras circunstancias, padecen una movilidad reducida. En los últimos años los avances han sido importantes, y aunque en la esfera privada aún está ralentizada la aplicación de las normas legales para la eliminación de barreras, en lo público las administraciones han tomado conciencia de su necesidad, y todas cuantas obras públicas se realizan dan muestras de ello. El haber tomado conciencia de que un pequeño pero importante sector de nuestra sociedad se encuentra marginado por limitaciones físicas y el paulatino envejecimiento de nuestra población han sido motivos determinantes para un cambio de “mentalidad” de nuestros políticos, que “no se olvidan” de los votos que pueden proporcionar.
Sea por una u otra razón resulta bienvenida la eliminación paulatina de las barreras físicas, que contribuye a un progresivo aumento de la calidad de vida de muchas personas que se han sentido marginadas; falta mucho por hacer, quizás se camina con excesiva lentitud, pero es evidente que en unos años la inexistencia de barreras físicas formará parte de nuestro entorno.
Pero ahora es necesario, y más problemático, mentalizar a nuestra sociedad de que las normas legales promulgadas para la eliminación de barreras deben cumplirse y también respetarse. Y parece evidente que las obligaciones impuestas no son el único camino para “mentalizarnos”, sino que también es necesario que se imponga un sistema coercitivo encaminado a su cumplimiento.
NO TODOS SOMOS IGUALES: La falta de sensibilidad de nuestra sociedad constituye una “barrera mental” que hace que la discriminación y la marginación convivan “con naturalidad” entre nosotros; y la sufren a diario quienes padecen algún tipo de discapacidad. Como ejemplo os relato, como «normal» y anecdótica, una situación real:
“El pasado 7 de Abril de 2007, Sábado Santo, visitamos Tordesillas, un pequeño pueblo de la Provincia de Valladolid, que “aparentemente” puede ser visitado aunque se precise una silla de ruedas para desplazarse. Y fue muy agradable comprobar como “La Casa del Tratado” disponía de accesibilidad suficiente para ser visitada. Pero cuando buscamos la puerta de entrada por la que podía accederse con una silla de ruedas, comprobamos que en horas de visita estaba cerrada con llave; al preguntar comprobamos que debíamos de dirigirnos primero a la Oficina de Turismo –que se encuentra en su interior- y solicitar que se nos permitiese el acceso; nos abrieron la puerta principal y a continuación una puerta secundaria, y a través de una zona destinada a almacén accedimos al interior del edificio; para salir la misma operación pero al revés. Tuvimos que dar las gracias por la amabilidad en permitirnos el acceso, pero no vimos que ninguna persona “normal” tuviese necesidad de hacerlo.
Nuestra intención era quedar a comer en Tordesillas, pero la inaccesibilidad de la práctica totalidad de los Restaurantes nos lo impedía; pero por fin encontramos uno, el Restaurante “La Lonja”, nuevo por su aspecto, que disponía de una plena accesibilidad pese a no estar a nivel de la calle. Cuando felicitamos a su dueño por la excelente accesibilidad de su establecimiento, con ingenua naturalidad –propia de quién carece de sensibilidad- nos confesó que le habían obligado a ello, para reconocer poco después que el servicio adaptado lo dedicaba a almacén, por lo que era inutilizable. Tengo que reconocer que comimos muy bien, y la relación calidad precio fue excelente, pero solo lo recomiendo a las personas que no padezcan una discapacidad física, a pesar de estar “legalmente” adaptado para personas con movilidad reducida.»
No son hechos aislados; es el día a día de una persona con movilidad reducida que, tras superar las barreras físicas, se encuentra y tropieza permanentemente con las barreras mentales….

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